El despertar de la hija de Azulia by Catalina Salem Gesell

El despertar de la hija de Azulia by Catalina Salem Gesell

autor:Catalina Salem Gesell
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Aventuras, Novela
publicado: 2012-06-21T23:00:00+00:00


XXVI

DE REGRESO A ETÍNORA

Al parecer, el día de los cazadores fue tan intenso, que al retornar al final de la jornada se dieron por satisfechos y anunciaron que a la mañana siguiente partirían de regreso a Etínora.

Una fría neblina envolvía todo alrededor cuando Zimerlos los despidió en la entrada del valle del águila. Atrás fue quedando oculta la inexpugnable Fortaleza de Dinestor, como si la neblina se la fuera tragando poco a poco.

Marchaban en parejas, sin perder de vista la cola del caballo que iba adelante, ya que era difícil distinguir las formas de alrededor. Iban envueltos en sus mantas, tratando de aislar la humedad que impregnaba el aire matinal. No habían andado mucho, cuando Ciarrón les anunció que ya estaban sobre el camino del oeste. A los jinetes no les hizo mayor diferencia, salvo que ahora distinguían un amplio camino de tierra bajo los cascos de sus caballos.

No fue sino al medio día en que finalmente la neblina se disipó y el sol primaveral elevó en un tenue vapor la humedad que pesaba sobre sus capas. Capriana pudo entonces darse cuenta que marchaban paralelos al río Elquén, cuyas aguas mansas se deslizaban con un leve susurro por la superficie de la tierra.

Dos días se demoraron en llegar a la ciudad de Etínora. Todo el mundo los miraba extrañados al verlos de regreso tan pronto y auguraban que nada bueno había sucedido cuando se detenían en el magullado rostro de Isadora. Pero más grande fue la sorpresa de ellos cuando el mismo Rey los salió a recibir a la entrada de las caballerizas reales. Ferdinques, el consejero, lo acompañaba.

–¡Teoneo! –llamó con voz potente el Rey caminando hacia su hijo con los brazos abiertos. Se fundieron en un paternal abrazo.

–Padre, qué gusto volverte a ver.

–¡Pero hombre! ¡Si hasta parece que has crecido un poco durante estos días! –exclamó con su jovialidad habitual el Rey–. Parece que a todos les ha sentado muy bien el viaje –observó mirando al grupo allí reunido. Pero se detuvo al ver a Isadora–. Hija mía, ¿qué te ha sucedido? –preguntó preocupado tomando delicadamente el rostro de su sobrina.

–Nada tío, tan sólo un pequeño accidente –respondió ella cohibida.

–Ya me contarás sobre eso, ahora ve donde Ninila para que te vea bien esos magullones. Sí –dijo tras una pausa–, ya me contarán todo lo ocurrido. Pero ahora a desensillar, lavarse bien y asistir a la comida que he mandado a preparar para ustedes –se despidió retornando a la Casa.

Sin embargo, Ferdinques se demoró un poco más y discretamente se acercó a Ciarrón. Capriana, que estaba cerca, alcanzó a escuchar que el capitán y el teniente debían presentarse cuanto antes en el despacho del Rey. Resultaba evidente que el Rey debió estar informado en todo momento de cuanto le ocurrió a la partida de novatos, y fue así como no hizo mayores comentarios sobre los extraños incidentes que rodearon al viaje de los jóvenes. Sin embargo, y a pesar de su alegría habitual, el semblante de Vartimoneo había cambiado un poco en el último tiempo, mostrándose ahora reservado e incluso algo preocupado.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.